Salimos de Glasgow a primera hora de la mañana- un poco pronto para mi gusto, odio madrugar estando de vacaciones- camino de las highlands o tierras altas escocesas. Mientras íbamos dejando atrás los edificios de la ciudad, la guía con su voz monótona nos resumió en 2 minutos cuál sería el recorrido y luego ya comenzó con lo que sería su letanía habitual durante todo el viaje: la vida y milagros de María Estuardo.
Entre el madrugón y lo poco interesante que hacía sus explicaciones, estuve a punto de recostarme en el asiento y echarme una cabezadita. Afortunadamente, salimos a carretera, la guía concluyó su charla, nos puso música tradicional escocesa y, a partir de ese momento, con las gaitas sonando de fondo, empecé a disfrutar del paisaje: los ojos se me llenaron de todas las tonalidades de verde que tiñen las montañas y los valles. Así sí.
Castillos de ensueño
Sin duda alguna, uno de los principales atractivos de esta zona al norte de Escocia son sus castillos, cargados de historia y en distintos estados de conservación. Dos de los más conocidos son el Castillo de Stirling, fundamental para la guía ya que allí coronaron a María Estuardo a los 6 días de nacer, aunque nosotros nos quedamos más con su relación con William Wallace, Braveheart, que ganó su primera batalla contra los ingleses en esta localidad, y el Castillo de Eilean Donan, uno de los más visitados por los turistas y reconocible por los cinéfilos, ya que ha sido el escenario de películas como Los Inmortales (1986).
Verde que te quiero verde
Pasábamos muchas horas al día en las tortuosas carreteras escocesas, así que entre valles y montañas infinitos, los auto constituidos como Peña Estuarda aprovechábamos el recorrido para contarnos nuestras respectivas vidas y arreglar el mundo.
Los paisajes de las highlands, a pesar de que en todos ellos predomine el color verde,son variados, yendo desde las rocosas montañas Trossachs, a las cascadas como las de Measach o la rareza del jardín botánico Inverewe Gardens, el cual, debido al microclima de su localización, alberga una impresionante colección de plantas tropicales.
Pueblos diminutos de cálida acogida
La dispersión de la población entre las montañas en un clima que es bastante extremo y duro, con nevadas en invierno, lluvias casi la mitad del año y temperaturas que no suelen subir de los 20 grados en verano (menos cuando fuimos nosotros, que tuvimos una ola de calor propiciada por el Sr. Marqués, que se auto proclama talismán del buen tiempo en sus viajes), contrasta con la calidez de sus habitantes.
Los escoceses son, en general, simpáticos, abiertos y hospitalarios y nos dijeron siempre que se sentían más cercanos a los españoles por carácter que de sus vecinos ingleses, con quien mantienen una rivalidad histórica. También hace mucho el que nuestro trato con los lugareños se produjera en distintos pubs, lugar de reunión indispensable, ya que, sitio en el que hacíamos noche, sitio que salíamos a tomarnos una cerveza con los paisanos. En uno de ellos asistimos a una declaración de matrimonio a una boda a la que, por supuesto, nos invitaron.
Por el día recorrimos las calles principales de algunas localidades tan diversas como Stirling– que ha conservado su esencia histórica con casas tradicionales y calles empedradas- Fort William– uno de los puntos turísticos más conocidos de Escocia- o Mallaig– un pueblecito pesquero de dónde sale el ferry para la Isla de Skye.
Isla de Skye: el balcón del mar
Es conocida también como la Isla de las Hadas, y cuando pones un pie en ella te das cuenta de por qué La Isla de Skye ha servido de inspiración a artistas de distinto género. Transmite una energía especial. En nuestra excursión de un día sólo pudimos apreciar dos de sus lugares más representativos: los acantilados Kilt Rock, denominados así porque su forma recuerda a la famosa falda escocesa (“kilt”), y la localidad más grande de la isla, Portree, conocida por sus casitas de colores y por haber aparecido mencionada en las novelas de Harry Potter.
¿Hay algo más escocés?
Nos quedaba mucho por ver (en un circuito de 5 días, dadas las distancias y las carreteras, sólo te da para conocer lo más representativo) pero no teníamos más tiempo, así que había que finalizar el recorrido con dos turistadas que, pese a ser excesivamente típicas y tópicas, al final no estuvieron mal: la visita a la destilería de whisky Dalwhinnie y un paseo en barco por el lago Ness, con la esperanza de desentrañar la misteriosa leyenda de su famoso monstruo. Como no conseguimos encontrarle, finalizamos la tarde visitando las ruinas del castillo Urqhart, próximo al lago.
Se nos hizo la hora de regresar al hotel, cenar, visitar el pub de la localidad que tocara y tratar de descansar un poco para llegar al día siguiente a Edimburgo, la ciudad que pondría un broche de oro a este viaje Escocia, la que para nosotros y para siempre sería la tierra Estuarda.
Viaje realizado con el Sr. Marqués y la Peña Estuarda en julio de 2008
Escocia en 3 pasos: https://www.3xelmundo.com/escocia-3p/
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