Cómo llegar a Moscú
Paso 1: Documentación. En todos los años de mi vida (que ya en 2016 eran unos cuántos) había tenido que reunir tanta documentación para hacer un viaje. Ni había tenido tantos obstáculos para hacerlo. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento al blog Rusalia.com donde explican claramente todos los requisitos para el visado, así como la documentación anexa y el procedimiento. Todo facilidades, para un proceso lento y engorroso.
Paso 2: El aeropuerto de Domododévo. Es una ciudad en sí misma. Con igual actividad de día que de noche. Nosotras llegamos a las 2 de la madrugada. Imposible encontrar un sitio para dormir, dado el frenético ir y venir de pasajeros. Buscamos un punto de información para saber cómo llegar a Moscú. Nadie hablaba otro idioma que no fuera ruso. Nos salimos a la calle. Un señor, que tampoco hablaba nuestro idioma y chapurreaba inglés, nos mostró una botella de vodka y, ante nuestra negativa, fue a un puesto y nos trajo dos cafés, que agradecimos con la mejor de nuestras sonrisas y tomamos sin rechistar así estuvieran envenenados (él parecía haberse bebido lo que faltaba de la botella de vodka).
Al cabo de una hora, volvimos a entrar en el aeropuerto, con la esperanza de que alguien en el puesto de información hablara inglés. Nos atendió otra persona distinta a la vez anterior, y medio por señas, nos hicimos entender con ella. Nos escribió un número y nos dibujó un autobús en un mapa. Salimos al exterior con ese papel a buscar la parada. No la encontramos. Preguntamos y nadie nos respondía (incluidos varios policías). Dimos varias vueltas por los alrededores del aeropuerto. Empezaba a amanecer.
Con las primeras luces del día vimos un papel pegado a un cristal y un pequeño grupo de personas, y descubrimos que esa era la parada. Llegó un minibus, al que nos subimos pasajeros y dos azafatas. Según se fue llenando, nos fue cobrando, y una vez que estaba al completo (tras rechazar a una chica jóven con un bebé en brazos, por la cual nadie se movió para cederle el asiento) arrancó. Las azafatas se bajaron en un hotel a las afueras de Moscú y cuando llegamos a la entrada de un subterráneo (entendimos que era el metro) el resto de pasajeros se bajaron del autobús y nosotras detrás de ellos.
Al finalizar el viaje, veníamos de San Petersburgo en tren e íbamos directamente al aeropuerto. Decidimos coger un transfer. Nos costó como unos 50 euros, pero fueron muy bien pagados, lo puedo asegurar.
Paso 3: El Metro de Moscú. Después de la noche toledana en el aeropuerto, llegamos a una estación de metro inhóspita en la que los pocos usuarios que allí había (eran como las 6 de la mañana) nos miraban con cara de pocos amigos. Abrieron las taquillas. Imposible entenderse ni con la taquillera para pedir un plano ni un billete, y menos recibir ayuda de nadie de los que esperaban en la cola con claras muestras de impaciencia.
Sabíamos cuál era la parada de metro más cercana a nuestro hotel, pero ni idea del lenguaje cirílico. Y todo estaba escrito con esa tipografía (ver foto abajo, lo que pone en el cartel del semáforo es «STOP»). Así que con paciencia, fuimos contando el número de letras de cada parada de metro hasta encontrar la nuestra. Y así vimos cuál era el recorrido que teníamos qué hacer.
El Metro de Moscú tiene fama de tener unas estaciones espectaculares con obras de arte. Algunas de ellas son así (vídeo de Youtube), pero lo que se refiere a los andenes, el interior de los metros y el resto de pasillos y vestíbulos… Es otra historia.
Para resumir, y dado que estoy escribiendo esta historia años después, salimos vivas del metro y nos encontramos con la calle Ulitsa Maroseyka, como primera visión de Moscú. No estaba nada mal. Lástima que nuestro hotel estuviera en una callejuela de esta avenida principal, y que las condiciones tanto higiénicas, de servicio y de espacio resultaran ser bastante limitadas. En su página web actual tienen fotos y comentarios que no se corresponden en absoluto con lo que nosotros vivimos allí. Igual lo han reformado y han cambiado el personal, falta les hacía.
Cómo moverse
En 2016, llamar o usar los datos de nuestro móvil era bastante caro (de hecho hubo un error de conexión de datos y por 10 segundos me cobraron 20 euros, que luego, tras una oportuna reclamación, me devolvió mi compañía telefónica). Así que nos movíamos de forma tradicional: mapa en mano, guía y con la información que podíamos encontrar en internet en algunos restaurantes de comida rápida como McDonnalds (la mayoría de los lugares-incluidos el metro- tienen wifi pero sólo para números de teléfono rusos).
A pesar de las dificultades idiomáticas, el metro es la mejor opción para moverse en una ciudad gigantesca como Moscú.
Rascacielos. Plaza Kudrinskaya hotel Radisson Ministerio de Asuntos Exteriores
Y luego, ya caminar, caminar y caminar. Una de nuestras bromas recurrentes durante el viaje fue que habíamos completado el Camino de Santiago allí.
Por supuesto, yo me hubiera perdido desde el primer momento si no hubiera ido con Flower, a pesar de mis intentos por centrarme en la ciudad. Uno de mis puntos de referencia era un edificio parecido al Edificio España de Madrid. Pero hubo un momento en el que, más que ayudarme, me despistó aún más durante un día entero. Tuve que llegar al hotel para descubrir que hay 7 en todo Moscú, conocidos como «Las siete hermanas» o «Los siete rascacielos de Stalin», que, en la actualidad son hoteles, pisos particulares, o edificios gubernamentales como el Ministerio de Asuntos Exteriores o la Universidad de Moscú. Así no hay manera de orientarse.
Tres anécdotas de la Plaza Roja y del Kremlin
La Puerta de la Resurrección es considerada como el «kilómetro 0» de Moscú, tal y como lo refleja una placa dorada que hay en el suelo delante de ella. Desde ese lugar, hay que tirar una moneda al aire hacia atrás y pedir un deseo, uno de los cuales normalmente es volver a Moscú. Por supuesto, cumplimos con la tradición, a ver si el deseo se cumple.
Por cierto, todo lo visitable en la Plaza Roja es gratuito, salvo la Catedral de San Basilio (unos 10 euros) y el Museo Estatal de Historia (unos 15 euros).
Puerta de la Resurrección Cañón del zar campana zarina
El cañón del zar es el mayor del mundo. Se construyó para defender el Kremlin y, según algunas leyendas, no llegó a usarse nunca a pesar de su envergadura. Puedes acercarte a contemplarlo, pero ojo con tocar la cadena que lo rodea, ya que aparecerá un militar con un silbato y un gesto bastante adusto a hacer que te retires del monumento.
Fundida en bronce en el siglo XVIII, la campana zarina es también la más grande del mundo (tiene un diámetro de 6,6 metros). Se rompió en un incendio y así la han dejado tal cual (eso sí, la bajaron desde el campanario hasta el suelo donde puede observarse de cerca por los turistas).
La entrada al Kremlin se puede adquirir en las taquillas del recinto o por internet (se recomienda esta última opción para evitar colas. Los precios varían en función de los sitios a visitar: Armería, fondo de diamantes, plaza de las catedrales… Por ejemplo, la entrada a la Armería está alrededor de los 15 euros. Los jueves está cerrado al público.
Posts completos sobre Moscú: https://www.3xelmundo.com/moscu-un-gigantesco-bocado-de-historia-parte-i/
https://www.3xelmundo.com/moscu-un-gigantesco-bocado-de-historia-parte-ii/
Moscú en 3 pasos (parte II): https://www.3xelmundo.com/moscu-3p-parte-ii/
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