1. Cómo llegar y cómo moverse
Nosotros reservamos el viaje con la agencia Magnolia Tours, con la que las gestiones online y el trato en la oficina fue muy amable y fácil. En nuestro caso, el circuito en el mes de octubre de 2015 nos salió por unos 500 euros, incluyendo alojamiento en régimen de media pensión en hoteles de 4 estrellas, traslados, guías, entradas a algunos monumentos… El vuelo no estaba incluido así que volamos con Ryanair hasta Marrakech por un precio módico también que no incrementó el viaje en más de 200 euros.
Así son las carreteras del interior de Marruecos, así que el alquiler de coche o el desplazamiento en transporte público (que seguro que lo hay, pero ni idea de cómo funciona) igual lo dejamos para los más aventureros… Tras varios días de ruta por esas carreteras infames y sin señalización alguna, en las que los conductores no respetan lo más mínimo las señales de circulación (llegué a ver cómo un coche entraba en una rotonda, se paraba en mitad de la misma, y al ver que se había pasado de salida echaba marcha atrás), le pedí a Ayyashi, nuestro chófer, que me dejara conducir un rato. “¿Por qué?” Me preguntó sorprendido. “Porque hacéis lo que os da la gana y eso quiero probarlo”.
Pasábamos largas horas en los desplazamientos. Quién puede resistirse a hacer la foto postureo desde el interior de la furgoneta, con las letras en árabe en primer plano y el Atlas de fondo. No quedó mal. Le pregunté a Ayyashi que qué significaban aquellas palabras y me tradujo: “ventana de seguridad”. Se acabó el glamour de la escritura exótica en la fotografía. Pensé que si me hacía un tatuaje de henna llevaría cuidado a ver qué escribían.
Algo que no esperaba encontrarme en el recorrido fue Ifrane, unpequeño pueblo al que denominan “la pequeña Suiza” porque sus construcciones recuerdan a este país europeo. Tampoco esperaba ver una estación de esquí, pero la hay, en pleno Atlas, aunque a finales de octubre no tuviera nieve.
2. Curiosidades de las ciudades imperiales
Empecemos por lo positivo: Marrakech me fascinó, me hubiera pasado horas en cualquier terraza de la plaza Jemaa el-Fna viendo la vida pasar, en cualquier momento del día. Rabat me quedé con ganas de más, justo las contrarias de Casablanca, que no me impresionó lo que esperaba (dicen que suele decepcionar porque llegamos con la idea de la película y realmente es una ciudad bastante normalita). A donde volveré sin duda si voy a Marruecos es a Meknes, porque, salvo el atardecer, no puedo recordar otra cosa de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Y sin duda, de las ciudades visitadas la que más me impactó fue Fez, y no siempre en un sentido positivo. Las condiciones de vida de la medina son las “tradicionales”… de hace mucho tiempo/siglos atrás. En cada barrio en el que se divide la medina hay una fuente, donde los vecinos acuden ante la falta de agua corriente en las casas. En los barrios en los que la fuente no tiene caño (como en la foto) significa que ha llegado el “progreso” y que ya las casas tienen agua. Todavía quedan muchos barrios con caño en la fuente. Y qué decir de las condiciones de trabajo de los distintos gremios, donde siguen usando “métodos artesanales” para fabricar cada una de las piezas.
Encontrarte con estas dos figuras a la salida de la ciudad es poco menos que impresionante. Pero eso es porque no vives en Ouzarzate, donde la población local está más que acostumbrada al mundo del cine. En esta localidad está ubicado Atlas Studios, los estudios de cine más grandes del mundo. ¿Títulos que se hayan rodado allí? Además de los mencionados en el post, añadir uno de los más recientes: Juego de Tronos.
3. Gastronomía marroquí
Me gustó todo lo que probé de la gastronomía de Marruecos: tajines, cuscús, pastela, harira, los dulces típicos con sus intensos sabores a dátiles, miel, almendras o canela… Durante el recorrido, parábamos donde Ayyashi nos indicaba, restaurantes modestos que él conocía y que nos servían comida marroquí abundante y rica por menos de 10 euros. Por la noche cenábamos en los hoteles. En Marrakech, elegimos cualquiera de los bares de las terrazas de la plaza Jemaa el-Fna, desde donde, además de degustar unos platos bastante correctos a buen precio, teníamos unas vistas inmejorables del punto más destacado de la ciudad. Sin ninguna pega en ningún sitio.
Mención especial al té, su elaboración y presentación es todo un ritual. Es una gran alternativa cuando estás en un bar donde no sirven alcohol. En todos los hoteles sí que puedes pedirte una cerveza, que te cobran a precio de oro, y también está el Carrefour, omnipresente por todo el país, para comprar alcohol si quieres.
desierto de Marruecos campamento de jaimas en el desierto
Y de todo, si me dan a elegir…
Yo me quedo con la experiencia del desierto. Fue una carga de energía, de liberación al llegar, descalzarme, pisar tierra y no volverme a calzar hasta el día siguiente (salvo el momento de ir a los baños comunitarios de las jaimas…). Sus paisajes espectaculares como un cielo estrellado o un amanecer en mitad de la nada y del más absoluto silencio no tienen comparación con nada de lo que yo había visto hasta el momento.
Entiendo que hay distintos campamentos y que se podrá elegir la categoría de cada uno en función del viaje, el nuestro estaba bastante “justito” en cuanto a comodidad, limpieza de las instalaciones y calidad de la comida. Pero en esos momentos era lo que menos me importaba, y, a día de hoy, sigue sin importarme. Me quedo con las vivencias que me traje de allí.